miércoles, 26 de diciembre de 2012

Mi experiencia en el PIIISA

Muy buenas, el año pasado fui otra de las participantes del proyecto PIIISA, concretamente en el proyecto 9b, relación color magnitud de un cúmulo de galaxias, del bloque de astrofísica.
A mediados del primer trimestre, se propuso a nuestra clase participar en un proyecto que consistía en llevar a cabo una investigación científica.
Supongo que, en ese momento, todos, entre sorprendidos y escépticos, nos imaginamos mezclando líquidos de colorines rodeados de señores serios con bigote y bata blanca. Ante esta “atractiva” y novedosa idea, por curiosidad o por las ganas de “cacharrear” en un curso bastante tedioso, un grupo de compañeros nos animamos a participar.
El segundo paso fue elegir cinco proyectos de los cuales se te asignaría uno. Los títulos de los proyectos contenían términos tan esclarecedores como “Bosón de Higgs”, “exoplanetas”, bichillos con nombres impronunciables, etc. Con este panorama lo único que puedo decir es que elegí en primer lugar el 9b prácticamente por azar.
En la reunión de coordinadores tuve la inmensa suerte, de la cual no fui plenamente consciente en ese momento, de que me adjudicaran este proyecto, y así se convocó la primera reunión.
Nervios, ilusión, miedo, preocupación, curiosidad… Igual que vosotros, en este primer contacto con el proyecto conocí a mi investigadora, Begoña, una mujer risueña y atenta que no tenía nada que ver con la imagen de científico “típica”. La charla transcurrió bastante bien a excepción de los impactantes descubrimientos de la mañana y que comenzaron a convertir este proyecto en algo más que un trabajo de clase
En primer lugar, mis “colores” no eran tales sino una unidad de medida que permitiría conocer el nivel de actividad de las galaxias que componen el cúmulo. 
En segundo lugar, el fin del proyecto no era exactamente “relacionar” literalmente una magnitud con un color si no que la tarea consistía en determinar la actividad general de un cúmulo de galaxias inmenso, el Abell 1689, para así determinar si se habían producido en él procesos de evolución respecto a otros cúmulos. 
Este proceso supone entender algo tan grande que es imposible de describir. Supone multiplicar por infinito todo lo que conoces, reconocer que nuestro gran planeta no es más que una pelota de tenis dentro del sistema solar, que a su vez es una porción de una ramita de una galaxia y que una galaxia que podría ser cualquiera de los diminutos puntos que brillan en el cúmulo.

Es demasiado grande para imaginarlo, sin embargo, es esto también parte del encanto de la labor.
Este primer día, mi único consuelo fue que el cúmulo, nuestro Abell1689, ese gran mazacote de puntitos brillantes es increíble, tan imponente e intrigante como armónico, y, pese a estos adjetivos, indescriptible.
La fascinación que inspira el cúmulo hizo especial la primera parte del proyecto, la clasificación visual de las galaxias a partir de su morfología, estrechamente relacionada con su actividad.
Aunque pueda parecer cansino, esta tarea cobra valor gracias al innegable encanto de las imágenes y al pensar que lo que estamos viendo en el monitor son galaxias tan remotas que actualmente resultan absolutamente inalcanzables. Además, en esta “exploración” no sólo vemos galaxias sino otros elementos tan curiosos como las estrellas saturadas o las lentes gravitacionales

Supongo que más o menos en aquel momento empecé a disfrutar realmente del proyecto, a entenderlo y a verlo más como una experiencia o como una ilusión que como un trabajo
Tras esta clasificación, se calculó se la relación color-magnitud de cada galaxia mediante programas informáticos que, a pesar de sus complicaciones, facilitaron de forma inconmensurable la tarea. Finalmente, los resultados obtenidos fueron representados en varias gráficas que nos permitieron analizar la secuencia roja y a partir de ello extraer las pertinentes conclusiones.
¡Si! ¡Por fin! Comparando nuestro resultado con los análisis anteriores de otros cúmulos descubrimos que nuestro grandullón no había sufrido apenas variación. Y no cabe explicar la inmensa satisfacción que da descubrir o aprender algo “por ti mismo".
Ya sólo faltaba redactar el artículo y para colmo, en inglés, lo que finalmente resultó más sencillo de lo que puede parecer debido a que en este tipo de artículos se emplea un vocabulario muy técnico, que se adquiere con facilidad a través de investigadores o de la literatura existente sobre el tema, y una expresión sencilla y clara, sin grandes alardes de literatura, que facilita la comprensión.
Aun así, la fecha se fue acercando sorprendentemente rápido, con agobio, exámenes, algunos apuros y muchas dificultades técnicas (miles de motivos para quemar un ordenador). Pese a todo, milagrosamente, y sobretodo con bastante ayuda y muchísimo apoyo (tan necesario como los conocimientos) el proyecto fue finalizado a tiempo.
Cuando empezábamos incluso a echar de menos el proyecto, nos “propusieron” dar una pequeña conferencia sobre nuestro trabajo y hacer un póster completo, bonito y concreto.
¿Fácil? Eso parecía, pero no. Como pasa con esta entrada de blog, resulta bastante dificultoso resumir tal cantidad de información en una cara grande de folio, aunque el póster pareció un camino de rosas en comparación con la conferencia…
La idea me inspiraba pavor. Estábamos hablando de un montón de personas desconocidas mirándote mientras que, subido a una tarima, boqueas como un pececillo sobre un tema que te sigue desconcertando y en un idioma en el que estás oficialmente declarado como “inútil”, esto, sumado a falta de tiempo, el agobio de las tareas que se acumulan, el miedo a no estar a la altura y millones de obstáculos que se sucedieron, crearon un clima tenso, de malestar y frustración.
Estos sentimientos, llegado el día y los últimos ensayos, se esfumaron, y pese a los ya rituales problemas informáticos y los muchísimos nervios, fue una experiencia bonita, quizá no exactamente agradable, pero si especial.
 Cabe mencionar que, para variar, tuve la suerte de contar de nuevo con la paciencia y el trabajo de mi investigadora, con el apoyo incondicional de mi compañera y con la exigencia y la voluntad de don Antonio, que aunque en multitud de ocasiones tuvo como consecuencia nuestro enfado y agobio, también fue una pieza fundamental para que todo aquello fuera posible.
Por último, destacar que, aunque parezca increíble, los malos ratos acaban convirtiéndose en anécdotas simpáticas, los buenos ratos son inolvidables y sobretodo, es una experiencia de la que se pueden extraer muchos valores como la responsabilidad con el compañero o la confianza en uno mismo.
Como se suele decir, no se aprende por experiencia ajena, por eso les sugiero que descubran por si mismos que merece la pena, que aunque se agobien y tengan malos ratos, al final, con dedicación, el proyecto puede llegar a muy buen puerto y la satisfacción que eso produce no tiene precio.


Sara Esther Ramos Lorente 2º Bach A

1 comentario:

  1. Sara, al igual que con Gaby, me ha encantado leer tu crónica de tu experiencia con el PIIISA. Está muy bien; tan solo un comentario, hablas algo acerca de que algunas veces respondisteis con enfado o agobio. No estoy de acuerdo; si hubo enfado, nunca lo manifestasteis; agobio, quizá sí. Pero es que es lo normal, ante un trabajo de esa envergadura y cómo te lo tomaste lo raro hubiese sido que no te hubieses agobiado. De todas formas, esos momentos lo único que hacen es demostrar el interés y la seriedad con la que os tomasteis el trabajo. Tanto Gaby como tu debeis ser un modelo a seguir en los compañeros que este año os han tomado el relevo en el PIIISA.

    ResponderEliminar